María Tenorio, Septiembre 12, 2012
En El Salvador hay muchos escritores, creámolo o no. Más allá de la calidad de lo que producen, más allá de que publiquen libros, más allá de que tengan pocos o muchos lectores, hay gente que dedica su tiempo a hacer literatura. A escribir cuentos, poemas, ensayos y hasta novelas. A los más jóvenes, probablemente, les gustaría profesionalizarse. Muchos tienen el sueño de ganarse la vida decentemente trabajando en esto que les apasiona. Pocos pueden formarse o entregar su jornada laboral completa a ese que hacer creativo.
Es que los escritores no pueden hacer literatura ellos solos. Necesitan de otros profesionales para que su producción adquiera sentido: de editores que conviertan los manuscritos en libros, de libreros que vendan esos artículos, de periodistas y de críticos que orienten al público sobre qué leer, y, finalmente, de lectores que consuman esa producción. Todo ese encadenamiento de quehaceres y profesiones es lo que Tania Pleitez, en su estudio sobre el estado actual de la literatura salvadoreña, llama “tejido literario”. Sobre ese interesante texto quiero comentarles en los párrafos que siguen.