María Tenorio Jueves, Junio, 23, 2011
En medio de todos nuestros desacuerdos nacionales, quizás en un punto podamos estar de acuerdo: ser salvadoreño es una condición un tanto ingrata. Digo “quizás” porque algunos dirán que, violencias y corrupciones aparte, se sienten orgullosos de esta nacionalidad. Para demostrarlo esgrimirán símbolos de identificación tales como las pupusas, el queso duroblandito, la Pílsener, la Selecta. A usted se le ocurrirán otros más de similar calibre, es decir, de carácter provinciano, aldeano o, como decía mi querido profesor Paco Escobar, municipal.