María Tenorio, febrero 29, 2012
Una de las muestras de tolerancia que, recientemente, ha dado mi madre es que no nos critica cuando nos ve salir a la calle en yinas. Un par de décadas atrás, recuerdo, cuando mi hermana y yo éramos hijas de dominio, fruncía el ceño en señal de desaprobación al vernos cruzar el umbral de la casa enyinadas. Nos decía que ese calzado era propio de empleadas domésticas y que nos pusiéramos zapatos decentes.
Pero todo cambia, no solo mi madre. Si bien estas sandalias no han dejado de ser una prenda extremadamente informal, hoy las hay de todos los precios, colores, marcas y orígenes, y su uso no está restringido al interior del hogar o a la playa.