María Tenorio, Septiembre 12, 2012
En El Salvador hay muchos escritores, creámolo o no. Más allá de la calidad de lo que producen, más allá de que publiquen libros, más allá de que tengan pocos o muchos lectores, hay gente que dedica su tiempo a hacer literatura. A escribir cuentos, poemas, ensayos y hasta novelas. A los más jóvenes, probablemente, les gustaría profesionalizarse. Muchos tienen el sueño de ganarse la vida decentemente trabajando en esto que les apasiona. Pocos pueden formarse o entregar su jornada laboral completa a ese que hacer creativo.
Es que los escritores no pueden hacer literatura ellos solos. Necesitan de otros profesionales para que su producción adquiera sentido: de editores que conviertan los manuscritos en libros, de libreros que vendan esos artículos, de periodistas y de críticos que orienten al público sobre qué leer, y, finalmente, de lectores que consuman esa producción. Todo ese encadenamiento de quehaceres y profesiones es lo que Tania Pleitez, en su estudio sobre el estado actual de la literatura salvadoreña, llama “tejido literario”. Sobre ese interesante texto quiero comentarles en los párrafos que siguen.
La investigación Literatura. Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador ha sido publicada por la Fundación AccesArte, en Salvador, en versión digital en CD. Se trata de un libro de 431 páginas que desmenuza las condiciones en que se ha producido, difundido y consumido literatura en el país en las últimas tres décadas, de 1981 al 2011. El estudio fue llevado a cabo entre el 2010 y el 2012 por Tania Pleitez Vela, con la colaboración de Susana Reyes.
El enorme valor de esta investigación, a mi juicio, es que hace descender a la literatura de la nube en que se la suele colocar para situarla con los pies en la tierra: como un campo de producción humana que tiene componentes creativos, de inspiración, pero también materiales, comerciales y de mercadeo. Tania explora las distintas instancias del tejido literario posando la lupa en el factor humano --material e inmaterial-- de cada una de ellas.
Entre carencias y deseos
De la lectura de este trabajo se concluye que las condiciones en las que se da la literatura en este país se caracterizan por las carencias y por los deseos. Como dije al principio, escritores hay, pues muchos tienen la voluntad de escribir y sueñan con ver sus manuscritos convertidos en libros. No obstante, como señala el estudio, faltan escuelas para autores. Hoy por hoy, solo la Universidad de El Salvador mantiene la carrera de Letras; la UCA cerró Letras antes del nuevo milenio y la Francisco Gavidia no sostuvo la carrera por mucho tiempo. Esta carencia es solventada de forma discontinua e insuficiente por talleres de formación en espacios tanto del sector público como del privado.
En el siguiente eslabón de la cadena aparecen los editores de literatura: la casa editorial del Estado, la DPI, y algunas editoriales comerciales publican a autores nacionales. Lo hacen para responder o para estimular a la escasa demanda nacional: las ediciones suelen constar de pocos cientos de ejemplares que, muchas veces, son comercializados durante largos periodos de tiempo si no es que terminan embodegados por lustros.
Las editoriales tendrían capacidad para producir más libros si los eslabones que siguen no fueran tan débiles. Tania Pleitez enfatiza que una de las mayores carencias en el tejido literario salvadoreño es la promoción ligada a la investigación. Para que los libros alcancen a su público es indispensable que los medios de comunicación ofrezcan una vitrina de lo que se produce en el país. Esa vitrina supone comentarios, notas críticas, análisis, reseñas, síntesis, que hablen sobre la producción literaria y la valoren, la recomienden, la promuevan, la difundan. Dos tipos de profesionales intervienen en este momento de la cadena: los críticos literarios y los periodistas culturales. Quienes ejercen esos oficios actualmente se pueden contar con los dedos de la mano. En este momento solo hay un suplemento literario impreso en el país: el Tres Mil del Diario CoLatino; los grandes periódicos apenas cubren, y de manera muy superficial, la producción literaria.
En relación con los libreros, el estudio de AccesArte apunta que ha habido mejores tiempos en el país para sus empresas. Sin embargo, como estamos hablando de literatura salvadoreña, cuando visitamos una librería notamos que la oferta nacional casi nunca ocupa los estantes más visibles, mucho menos las vitrinas; por el contrario, se encuentra en la parte trasera. Sin duda, se vende menos que los libros importados de México, Estados Unidos, Colombia o Argentina.
Al final de la cadena están los lectores. En El Salvador, tres de cada cuatro personas dice “leer libros”; sin embargo, los textos religiosos --y no los literarios-- son los más favorecidos. El estudio del PNUD (2009) que ofrece esos datos también revela que informarse y saber más es la razón que mueve a la mayoría de los lectores (58%), mientras una minoría (18%) asegura leer por placer y diversión.
El documento Literatura. Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador está disponible para leer en línea o descargar aquí.